DE Madrugada

Hasta los gallos están confundidos con este horario de verano. Pero yo, con horario o sin él, me encuentro permanentemente confundida. Hoy, a estas horas, me queda como anillo al dedo aquel estribillo que dice: "No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo afán ni porvenir". A veces resalta en mí este pasado racista, al fin y al cabo hija de familia de ciudad.

¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi pasado prehispánico? ¿A qué pertenezco? ¿A la retórica imposible de hacerse factible, al universo de seres apesadumbrados que caminan y leen pensando en cosas sin sentido, a los títeres de plastilina, a los caminos de humo que manejan a su antojo los vientos del norte?

Pero si yo pertenezco al sur, ¿qué hacen mis acciones tirando hacia el norte? ¿o es entonces que pertenezco al norte y la azarosa fortuna me colocó en el sur? ¿por qué no mejor me tiro al suelo para dejar de respirar mientras escucho en la tele la cobertura completa del escándalo más escándaloso de los famosos y dejo de hacerme estas reflexiones que no me llevan a ningún lado porque el discurso se hace cenizas de la voz a la práctica? ¿por qué no me conformo con mi ignorancia provocada por mis acciones absurdas? Es más bien que me gusta flajelarme con mi indecente indecisión.

A veces arde más que otros días.

¿Exísten cosas por las que se deba sentir júbilo? Tal vez sí, creo que yo lo he experimentado pero siempre una realidad humana opaca las ganas de seguir viviendo en ese júbilo. Ay Silvio, a mí ya se me cayó el porvenir.

¿Qué habrá detonado el ímpetu de los alzados? Creo que el dolor porque si no permites que el dolor te carcoma puedes hacerte un alma chingona. Pero naaa, mi personalidad de sumisa mujer cincuentona me impide ser un alma chingona. Esto ya chingó a su madre. Ay OGT´s desvarios que me sacuden 360 grados. Puta madre, siempre regresamos al principio.

Perdónenme la insistencia, pero carajo, este país está de la super verga: explotación laboral, corrupción gubernamental, racismo, impunidad, injusticia social, egoísmo y todo lo demás que ya conocemos todos, lo que vemos a diario de camino a ningún lugar. Ojalá con estas palabras se me desapareciera un poco esta pesadumbre. Y yo aquí, tan pasiva.

Me ha quedado ese sabor a cigarro apagado que no me gusta. Y de esta boca con pestilencia a tabaco concluído, se me salen a borbotones las maldiciones. Creo que todavía no me tocaba nacer.

Milagrosa renovada.

Casi un mes que no han corrido las palabras por aquí porque:

He andado en otra parte: en la montaña, en la costa y a veces en el desierto.

He bailado unas chilenas y me han bendecido en ceremonias seris.

Me dicen que me quieren de maestra, habrá que ver cómo me porto.

Se rumora que soy milagrosa... ¿será?

Estoy aprendiendo otra lengua: X´chumáandyu.

Quiero aprender el zapateado jarocho.

Ya sé hacer frijoles huatecos.

Pronto empezaré a tejer huipil en telar de cintura.

Me quicieron chamaquiar sobre un fortuito encuentro.

Ya sé que si me besan puedo no sentir nada.

Me di cuenta de que sé cantar canciones en purépecha.

Me reencontré con amigos tzotziles.

Conocí a un negro que me hizo ver el lado blanco de la vida.

He caminado mucho y quiero caminar más.

Mujer Originaria.

Conocí de tí mujer originaria
el significado de tus metáforas,
la importancia de tus luchas,
el valor de tu palabra.

Me enriquecí de tu paciencia,
del amor con el que te consagras,
de tu armonía con la tierra, con el agua.

Miré con ojos grandes tu fortaleza de india
que crece en los patios, los caminos, la cocina,
esa fortaleza que contagias a tus hijos
la que a veces cobra sangre pero avanza como el río.

Que Dios te bendiga morenita,
que sepan todos de tu vida.
que veas realizarse la justicia que clamas
y que el mundo entero te de la bienvenida.

Pobre de aquel que te cree débil
la infinita ignorancia lo embarga.
Porque no he conocido mujer más fuerte
que aquella que se sabe originaria.

Me acompañaba la Luna (última entrega).

La oscuridad de la casa me abrazó y yo me quedé mirando la luz lunar que se colaba por entre las tablas. Hacía que las cosas parecieran más brillantes de lo que eran: mi jarrón, el metate, los ayates, y la leña amontonada agarraban un color diferente. Viendo a la Luna regarse así por las rendijas de mi casa, empecé a figurarme que así se veía la luz por adentro de la caja de los muertos. Esos rayos de luz han de ser brazos largotes que se pescan de la caja, que la invaden diría yo, para no dejar ir lo que ya se ha ido. Y es que cuando la caja está ya tupida de tierra y la luz ya no puede entrar ahí, uno sabe que hasta ahí llegó el encuentro con el difunto.

Me acordé cuando los sabios dicen que nomás el cuerpo se queda abajo y que el espíritu, lo mero importante, sigue por los años junto a nosotros. Pero esas palabras no me consolaban. Pensar que ese hombre grandote, de espaldas anchas quedaría para siempre bañado de tierra me llenaba de tristeza. Que sus brazos morenos no me volverían a abrazar, que sus labios gruesos no me volverían a besar, que su sudor no me volvería a mojar… ¡Diospadre! ¿Por qué me lo quitaste? Éramos buenos juntos.

Le lloraron, le platicaron, le cantaron… pero al final lo enterraron. Y cuando se acabaron los rosarios yo me quedé más sola que la flor en el desierto. Uno había de estar preparado para estas cosas. Tener una yerba especial que cure de un tajo la soledad y la tristeza juntas porque hasta ahoy, ni los curanderos más expertos las curan de a una vez. Y a mí lo que me urge es el consuelo perpetuo.

¡Qué se me cierren los ojos Diospadre, que se me cierren y ya no se me vuelvan a abrir! ¡Que la cobija de tierra con la que cubrieron a mi viejo me tape a mí también! ¡Que nos duérmamos abrazados, calientitos como otras noches aunque la Luna ya no nos alumine!

Me compañaba la Luna.

Me acompañaba la Luna, esa sólo me deja cuando hay noche nublada, se duerme un ratito para dejar que las nubes le den de comer a los ríos y de beber a la tierra, pero esa noche ´staba bien clarito el cielo y aquella toda redonda nomás veía pa´bajo. Mientras estuve adentro, se quedó quieta alumbrando el jardín y cuando salí, empezó a caminar conmigo chifle y chifle su tonada de grillos. Así es ella, le gusta cantar a soplidos.

La aluminada y la canción me apaciguaban el llanto, pero cuando la sonza le caminó atrás de unos cerros dejándome en penumbra y sin música, que se me empiezan a chorriar los ojos. Por más que me restregaba el agua con las manos, seguía sale y sale, y sentía cómo el cogote se me abría y se me cerraba.

No es malo llorar, pero cuando el dolor es tan grande como el que yo traiba en esos momentos, se corre el peligro de hacerse todo lágrimas. No me hice lágrimas, aunque debía haberme pasado, porque la Luna regresó, se volvió a ir, regresó otra vez y yo seguía chillando sin poder parar. Ya sin fuerzas para seguir caminando, me senté a un lado del camino a esperar que me llegara el consuelo, aunque fuera nomás esa noche… Y llegó. Diospadre me lo mandó y pude levantarme, ya seca de los ojos, agarrar rumbo pa´mi casa.

No me había fijado que las calles del pueblo se asilencian cuando uno´stá triste. Ha de ser que ellas se ponen serias pa´ mostrar respeto a los dolientes o a lo mejor es que uno cierra las orejas y todos los hoyos del cuerpo pa´ no dejar entrar a su alma más tristezas.

Llegué a mi casita, y mero en la entrada, voltié para el cielo a despedirme de la Luna que empezaba a taparse con vapor de nube. Somos como primas, nomás que ella es güera y yo tengo la piel besada por el Sol. Nos despedimos a miradas y entré a mi casa, que ´staba más oscura que otras noches.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Debo confesarles que padezco una paranoia engrandecida hacia todo y hacia todos, por esa razón evito a toda costa mostrar en este espacio indicios de quien soy yo en la vida real: de mi quehacer, mi estado civil, mi lugar de residencia y algunos otros datos, no vaya ser que un perverso delincuente, de esos que proliferan en la viña del Señor, entre a este humilde blog y me considere presa fácil de sus inmundos actos gracias las palabras aquí regadas.

Pero, afortunadamente, esta “Salida de Emergencia” es escasamente visitada, ya sea por los temas, las ideas o las formas aquí tratadas y eso me ha dado, hoy día, la confianza de verter en los siguientes párrafos algunos acontecimientos que me han ocurrido y que exigen ser expulsados en forma de palabras.

Nunca he sido buena en esto de la prosa, es claro mi pobre vocabulario, mi falta de destreza en la construcción palabrar; pero, a pesar de mis evidentes carencias literarias, deseo hablarles un poco sobre mí, al amparo de la idea de que estas confesiones no serán leídas por alguien que trabaje en un complejo plan para destruirme.

Antes de iniciar con mi relato, deseo externar algunos agradecimientos a quienes me han dado pistas para hacerme de buenas lecturas:

En primer lugar agradezco a Toño Barbas quien fue el mediador para acercarme al impresionante trabajo de autores nacionales como Fernando Benítez, Salvador Elizondo y José Luis Martínez; gracias también a mi tocaya de nombre y signo (estoy convencida de que la configuración de los astros en el momento de mi nacimiento tuvo mucho que ver con la constitución de mi carácter, no así en lo que anuncia Mizada o los periódicos) por recomendarme leer a Albert Camus de quien he extraído lecciones para mi existencia; gracias también a “mi colega” que me ha hecho ver el lado bueno de Fadanelli y el lado malo de José Agustín y, sobre todo, gracias a mi maestro Eduardo Andión por incitarme a llegar a la primigeneidad de las ideas, cuando aquella vez que yo le hablaba del modelo rizomático, él me llevó en retroceso hasta los conceptos de Spinoza.

Una gran reverencia de agradecimiento a la biblioteca Dr. Ramón Villarreal Pérez por permitirme grandes enseñanzas a través de sus libros y brindarme silencios para mis lecturas. Gracias por regalarme para siempre a Dostoivski quien ha marcado mi pensamiento y mi actuar en la vida y por ampliarme el panorama en la obra del erudito Edgar Morín.


Si he crecido mínimamente en estos años, ha sido gracias a mi licenciatura y a todo lo que de ella emana.

Que la vida me permita seguir aprendiendo aunque mi ser no se encuentre en este estado molecular.

De lo inevitable.

Soy un hombre ignorante. La ignorancia se me chorrea por todos los orificios dejando un rastro amarillezco detrás de mis andadas. Se seca rápido. A veces nadie alcanza a verlo porque este Solazo se lo chupa desesperado. Pero yo lo conozco, sé cómo es ese desperdicio y a qué huele; y no, no es grato verlo ahí regado.

Al principio creí que acabaría un día, que la ignorancia saldría por completo de mi cuerpo para perderse entre vapores lejanos, pero han pasado los años y ahora sé que no tiene fin. Ahora sé que llegará un momento en que ese flujo y yo, nos haremos uno allá abajo en la tierra.

Hace mucho tiempo, intenté borrar por completo mi ignorancia: estudié, leí, debatí y no lo niego, llegué a pensar que se había ido. No se hizo presente en varios años; pero un día, cuando mi esfuerzo me había traído conocimiento nuevo, reciente; apareció la maldita con un chorro más poderoso y un olor más pestilente. Está de más decir que luché contra ella echando mano de todos mis recursos, suena absurdo apelar a ese esfuerzo inútil porque ahora me encuentro más podrido que nunca.

Ahora ya estoy hecho agua y parece que el Sol está por comerme.

De la lluvia

- No tengo ropa de lluvia, me empeñé en llenar mi clóset con faldas vaporosas, blusas ligeras y sandalias de todos colores que no repelen las gotas.

- No uso maquillaje contra agua, si el cielo me quiere de cara lavada que así sea.

- No peino mi cabello con secador, espero que el viento y la lluvia lo acomoden caprichosamente.

- No le huyo a los charcos, los autos avanzan despacio para no mojarme.

- No meto la ropa tendida, que la agüita la acabe de enjuagar.

- No cierro las ventanas de mi cuarto, quiero que el olor a tierra mojada me despierte.

- No le temo a la lluvia, hoy sé que sólo es agua con uno que otro rayo escandaloso.

Miren... ya está lloviendo.

LAYDA

Después de días de temporal la lluvia había cesado. Los campos estaban verdes y las flores se abrían radiantes al cielo. Todo el valle olía aún a tierra mojada. Dicen que esta agua era buena, por eso los maizales crecieron grandotes y bonitos, los platanares dieron tupidos racimos, el follaje de los ciruelos se llenó de fruta y el río comió lo suficiente para atraer la vida hacia sus aguas.

Encantada por ese cristalino caudal, Layda acudía a bañarse todas las tardes. Se metía en una especie de pocita que se formaba entre dos grandes rocas y ahí se quedaba hasta que todo a su alrededor se pintaba de color noche.
Entraba desnuda al río para luego salir a recibir las caricias del viento –le gustaba ver cómo su piel tomaba textura y sus pezones se ponían duros–, después, volvía a zambullirse para sentir el abrazo tibio del agua y ahí se quedaba quieta escuchando platicar los animales:

-¡Croac, croac!... ¡croac!
-¡Croaac, croaac, croaac, croaac, croaac!
- ¡Cricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrícricrí!
-¡Coa, coa, coa, coa!

Y a lo lejos:

-¡Beeeeeeeeeeee, beeeeeeeeeeeee!
-¡Bee, bee, beee, beeee, beeee!
-¡Oink, oink, oink, oink, oink!
-¡Oínk, oínk, oínk, oínkoínk, oínkoínk, oínk!
-¡Clo, clo, clo, clo, clo, clo, clo!
-¡Pío, pío, pío, pío, pío, pío!
-¡muuuuuuuuuu!, ¡muuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

Le causaba placer escuchar ese recital animalezco y hasta creía entender lo que decían aquellos seres que, astutamente, hablaban en clave para esquivar los oídos de los curiosos. A cada sonido, buscaba en su memoria el significado en su lengua y armaba traducciones que solo ella comprendía. Cuando sus oídos ya habían recogido suficiente palabrería, salía del agua para ir a casa. Una vez vestida, se sentaba en espera de que el viento llegara a despedirse de ella; y entonces, como producto de un hechizo, aparecía una corriente de aire que agitaba las hojas de los árboles, el agua del río y los negros cabellos de Layda.

Verla así, provocaba la sensación de no necesitar nada más. Se podía morir en ese instante solo para llevarse a la tumba tan bella visión. Más de uno deseo haber presenciado ese momento, pero el valle mismo la protegía de las miradas inquietas. Todo a su alrededor actuaba en armonía con las curvas de su silueta, incluso, si alguna vez alguien hubiera usurpado el encuentro entre Layda y el valle, la confundiría con las formas del paisaje frondoso y joven y viejo, todo mezclado con perfecta alquimia.

Pero no todo en su vida era armonía. Fuera de ese mágico momento, sentía en carne propia el rechazo, incluso el temor, de la gente porque decían que era un nagual en forma de mujer. Hasta sus oídos llegó el rumor de que se hacía pasar por mujer para embrujar a los hombres, tener hijos y preservar su raza; y aunque su tierna sensualidad atraía a todos en el pueblo, incluso a las mujeres, el temor los superaba y rehúsaban los encuentros con Layda.

Pero el rechazo de sus paisanos no la molestaba ya que en su corta vida había experimentado cosas peores en manos de su propia sangre. No tenía padres ni hermanos y la abuela con quien vivía acababa de morir.

Cuando tenía apenas cinco años, sus padres la dejaron con su abuela prometiendo regresar pero nunca más volvieron. Aunque doña Cleófas prometió cuidar de ella, le dio vida de esclava. La hacía trabajar todo el día, so pretexto de que sus piernas artríticas (mismas que se ponían sanas y fuertes cuando la anciana estaba sola) no la dejaban hacer nada:

-¡Layda, –decía– pon remojar el nixtamal!
-¡Layda, dale pastura a los animales!
-¡Nomás te estás haciendo mensa, ve carrear agua que ya no tenemos!
-¡Layda. Ve traer leña que ya´stá chispiando!
-Luego comes. Ven a darme mi friega de alcohol.

Una mañana, mientras Layda desgranaba unas mazorcas, pasó el pan de leña. Sus ojos vieron una enorme canasta repleta de cocoles, pan de pulque, bizcochos y bolillos recién hechos cuyo exquisito aroma despertaba el antojo irremediablemente. Sin un peso en la bolsa, recurrió a su ingenio y le sugirió un trueque al panadero: ella le daría algunos elotes si él le ponía una bolsa de pan. El panadero aceptó y el trueque se llevó a cabo dejando a ambas partes satisfechas.

Contenta, se dirigió a la casa para guardar el pan pero cuando estaba por entrar, la abuela Cleofas salió con el rostro bañado por la furia y, bastón en mano, gritó:

-¿Por qué regalas mi máiz? ¡Ratera, malagradecida! ¡¿Te doy techo y comida y así me pagas?!
-¡Te voy a chispar las manos por ratera!

Y sin escuchar explicación alguna, la vieja azotó a Layda quien recibía sumisamente la rabia de su abuela. Esa sería la última vez que la maltrataba porque cinco lunas después, la anciana dejó de existir. Murió una madrugada ahogada por su propio vómito.

Doña Cleofas comía desmedidamente, más de una vez se atragantó por no masticar bien, y era sobre todo en las noches cuando sentía unas ansias incontenibles por comer. El día de su muerte, comió y comió hasta que ya no cupo ni siquiera un guaje en su enorme estómago y, en pleno proceso digestivo, se fue a dormir. Lo que ocurrió después fue que unas fuertes agruras la sorprendieron dormida trayendo como consecuencia su muerte.

HUMANIDAD.

Que hay hombres que nacen póstumos,
que las recompensas vendrán después,
que se trabaja para cosechar y
que la vida ha de recompensar.


Son estribillos que aletean en mi cabeza, se me enciman como ecos del pasado y me aturden. Se repiten absurdos de atrás para adelante y justo cuando pienso que se han desvanecido, alguien o algo me los restrega en la cara.

Pero yo les pregunto: ¿Y qué si se renuncia a la cosecha? Si se trabaja sólo por destello; es decir, si como un niño con juguete nuevo se atiende ávidamente a lo novedoso y después, cuando ha pasado la euforia del primer encuentro, se le deshecha inmisericordemente.

¿Qué de los empecinados en trotar sin echar raíz?, ¿qué de los que se niegan a formar parte de algo?, ¿qué de los que soslayan las reglas en aras de la auténtica libertad?, ¿qué de los cadáveres en descomposición que todavía andan en dos patas y se reproducen sin la mínima intención de "ser hombres póstumos"?

Esos no aparecen en su absurda construcción lógica, y esos, son la mayoría de los seres humanos. Están en todas partes y aunque parecieran diferentes por sus ropas y su habla, el hedor de la deseperanza emana de todos, de todos en la oficina o el basurero.

¿Que la vida ha de recompensar? Sí, siempre y cuando le llamen recompensa al dolor y a la decepción.

...Después de todo creo que sí estamos de acuerdo.

¡¡¡OXAAACA VIVE, LA LUUUCHA SIGUE!!!

Este video es una testimonio honesto y legítimo sobre lo que pasó en Oaxaca a causa de el poder fascista y represor de ese Estado y de México entero.

Presta oídos, seso y corazón a lo a continuación dicho:

http://maldeojotv.net/spip.php?breve21

Carta desesperada

¡Ay chiquita! Te muestras fuerte e independiente, desarraigada y autosuficiente, vas sola a todas partes mientras otras andan en manada o con el novio, pasas horas sin pronunciar una palabra porque no hablas con nadie… porque nadie habla contigo.

¡Ay bonita! Te miras al espejo y te percatas que el tiempo ha pasado, ha venido a revolcarse en los silencios de tus miedos y ha dejado marcas de la historia: arrugas, ojos cansados, mirada triste, labios resecos, alma recelosa, manos expertas, manchas de sol, corazón adormilado.

¡Ay Chapitas! Si tan solo salieras de tu aura de amargura, si tus grandes ojos sirvieran para mirar lo que no concuerda con tu espíritu nihilista, si fueras un poco generosa y me dieras una limosna de tu cariño. Si prestaras un poquito de atención te darías cuenta de que existo, de que espero por tí todos los días, que tu indiferencia y egoísmo me laceran hondamente… que pretendo acercarme pero te alejas.

¡Ay mi niña! Ojalá me dejaras romper el cerco, abrazarte cuando lloras quedo, besarte cuando tu boca está seca, acariciar tu carita redonda cuando duermes triste, prestar oídos cuando hablas al aire, dormir contigo cuando tienes frío. Ojalá te dejaras querer tantito.

Pero no. Te concentras tanto en tí que todo lo demás se anula y valen sólo tus remordimientos, tus angustias, tus necesidades que según tú: "no le interesan al mundo porque hay cosas mucho más importantes. No deseo angustiar al otro con nimiedades".

¡Qué bondad tan maléfica la tuya!

Lo he pensado bien mi niña y sólo una oportunidad más pienso darte.

¡Qué ganas de hacer sufrir al que te ama!

Coplas populares (Un corrido moreno).

Eran dos vidas distantes
cruzadas una noche de abril.
Eran dos almas serenas
enamorándose en una abrazo febril.

Eran él y era ella,
era la sierra y la urbanidad,
eran los veinte años encima,
era Oaxaca ciudad capital.

Las calles fueron testigos,
la Luna alcagüetió,
la Soledad les dió cobijo,
y El Pochote los arrastró.

Se metieron a los arquitos,
la guarida del amor,
y ahí se dieron piquitos
sin ninguna restricción.

El tiempo ya no importó
pues la pasión se hizo presente.
A los siete días se habló
de vivir juntos pa´siempre.

Pero la realidad era otra,
ambos tenían compromiso:
él con esposa grandota
y ella con carrera y sin hijos.

La calentura había pasado
y como buenos amigos quedaron
porque les dió miedo romper
con lo ya fundamentado.

Se han visto de vez en cuando
y el gusto no ha terminado
pero sus vidas han vuelto
al ajetreo cotidiano.

Tan tan.

Cuentos en video

Sus ojos se habían encontrado con escenas inmundas y la habían impresionado en alto grado, tanto, que se le metieron hondamente en la mente y en el alma. Pero, su pureza le impedía retener la maldad absorbida, en este caso por los ojos, y expulsó todo aquello en forma de respiraciones agitadas, risas nerviosas, gritos desesperados, espasmos violentos y exhalaciones vomitivas que la limpiaron por dentro pero que la hicieron parecer ante los ojos de los otros un guiñapo de mujer tumbado en pleno andador del subterráneo.

¿Cuál es la razón por la que Xu se deshizo de obscenidades enterradas en su ser? Se lo debe a aquellos hombres que balanceaban una y otra vez sus piernas contra la espalda, el rostro, el estómago… y el cuerpo entero de un muchacho de piel prieta. Lo miró moverse entre uno y otro puntapié, y se sorprendió cuando después del número trece (uno de los verdugos llevaba el conteo) lo levantaron y le dieron palmadas en la espalda como para consolarlo. Ninguno traía camisa y el del torso más claro la miró con actitud altiva y satisfecha haciéndole una seña con la mano. Entonces, Xu entendió que eran maras.

Aquel espectáculo de horror le provocó infinito pesar y más porque, lejos de la tierra que la vio nacer, se sentía sola y vulnerable. A pesar de ello, pretendió seguir con su ajetreo cotidiano.

Ya daban las siete y estaba a punto de iniciar su acto. Era una excelente contorsionista que hacía un número espectacular junto con un grupo de colegas japoneses. Niños, mujeres y hombres se coordinaban perfectamente para hacer formaciones como la estrella, la pelota, la rueda de la fortuna, el papalote, la balanza y muchas más que provocaban los alaridos del público. Al término de cada función, la compañía hacía una larga reverencia y se retiraba para dar paso al siguiente número, pero el público siempre pedía más y volvían a salir. Esa noche no fue la excepción, sin embargo, el grupo salió sin Xu, que abyecta miraba el suelo y susurraba angustiada: "¡no le peguen!". Todos conocían sus repentinos desvaríos por eso no intentaron persuadirla de salir otra vez a escena. Además, sabían muy bien que ese ataque no era nada comparado con el que le dio la otra noche, cuando se retorcía violentamente en el suelo imaginándose que estaba en el subterráneo.

Lista de regalos

Esto son los regalos de la reciente celebración:

- blusa chiapaneca.

- mezcal oaxaqueño.

- petate poblano.

- libro defeño (La Utopía de los Seres Posthumanos).

- cartera italiana.

- vestido chilango.

- boxers y brassieres chilangos también.

- blusa tipo mazahua.

- falda tipo gitana.

- pastel de fresas y duraznos.

- gelatinas de chicle y rompope.

- dinero que servirá para:

- comprar video de "La Lotería Cantada".
- adquirir zapatos azules pa´combinar.
- hacer un viaje sencillito.
- pagar los ejemplares de la tesis.
- robustecer mi colección de aretes.
- conseguir regalos pa´los que quiero.

Y dentro de los regalos poco gratos estuvieron:

- palabras huecas pretendiendo marearme.
- grandes ausencias.
- arrugas extras.


Estos más lo que se acumule ;)


MILAGROSA GRANDE, GRANDE PERO NO TANTO.

Remembranza Milagrosa 2

Cuando se es pequeño, cuando se tienen apenas tres años, se es conciente de pocas cosas. No está claro lo que representa peligro o lo que es seguro, tampoco se tienen muchas referencias de lo que es bueno o malo. Sin embargo, a los tres años, Kajirin tomó conciencia de una característica sumamente importante: se percató de su individualidad.

Y es que, mientras los otros niños jugaban, hablaban o jalaban bancas dentro del salón, ella estaba afuera lavándose los dientes y percibiendo su entorno. Eran "los otros", era "esa" pared, "aquel" garrafón de vidrio, era "esa" enorme mafalda pintada en la pared, eran "aquellas" personas en la calle. Eran "los otros", "aquello"... y era ella. Y "lo otro" sucediendo paralelamente a un lado, detrás, o de frente... mientras se lavaba los dientes. Así fue como se supo una más dentro de aquel plasma formado por criaturas, sensaciones y palabras.

Si este fue un descubimiento revelador, dos años después ocurriría algo que la marcaría para toda su vida y que le daría pistas para develar la condición humana. A los cinco años Kajirin aprendió a mentir.

Sus primas, su hermana y su mamá cantaban en la sala acompañadas por la guitarra de Pablo el vecino y ,aunque sabía que se divertían, prefirió ir al cuarto en donde estaba su papá. Él dormía y ella permaneció de pie junto a la cama como para velar su sueño. Lo miraba callada, quieta, mientras en su cabeza se formaba la idea de que no era justo que las otras se divirtieran mientras su papá estaba ahí solito. Entonces, algo en el ambiente, en esa escena, provocó que Kajirin empezara a llorar ahogada por un sentimiento parecido a la tristeza. Sintió que el corazón se le estrujaba al tiempo que sus oídos percibían los cantos y las risas en la sala y sus ojos veían la soledad en la que yacía su padre. El llanto se fue haciendo más y más grande y creció hasta despertar a aquel hombre que provocaba sus lagrimas.

Al darse cuenta de que despertaba, Kajirin intentó ocultar su rostro lloroso pero ya era tarde, su padre se había dado cuenta que lloraba:

— ¿Qué te pasó hija? ¿Por qué lloras?
— Es que se te despellejaron las manos.

Esa misma tarde su padre le había hecho una broma. Se había embadurnado la mano izquierda con resistol, para después, cuando se le secara, desprenderlo y hacerle creer a Kajirin que era la piel la que se le caía. Pero ella sabía que era resistol, que su papá intentaba engañarla y no la impresionó el truco. Sin embargo, al ver que la sorprendía en pleno llanto, le contestó eso y la mentira le salió tan natural que él le creyó. Kajirin ni siquiera dudó en responder, mintió como si lo hubiera estado haciendo por años y años.

— No, mira, es resistol ¿ves? Así se hace cuando se seca. No llores hija, no se me despellejaron las manos.

Ante esta demostración, Kajirin fingió sorpresa y alivio, hasta rió como para tranquilizar a la multitud de familiares que ya se habían arremolinado en torno a ella cuando se supo que lloraba. Así fue como aprendió a mentir.

Remembranza Milagrosa

Nació con ojos chicos, como para darle qué hacer a la evolución de las especies. Nació con oídos cerrados y no conoció sonidos hasta los 21 días de nacida. Nació corta de estatura para evitar que los aviones de vuelo bajo le cortaran la cabeza. Nació con la boca roja, parecía como si tuviera mucha sangre contenida esperando ser vaciada. Nació una primavera cuando el Sol apenas estiraba sus brillos matutinos.

Nació muchos años después de que inventaron el mundo, y por eso, porque ya había perdido mucho tiempo, nació a los siete meses de gestación. No importaba si su piel no estaba lo suficientemente madura (se le veían las venas de todo el cuerpo) y mucho menos si no existían calcetines para sus diminutos pies, salió a conocer el alboroto, salió a formar parte de él, salió para hacerse ella misma alboroto. Salió de la humedad tibia de su madre hace ya un cuarto de siglo y desde entonces, han pasado cosas varias que la han distanciado de aquellos primeros días en que los sentidos y la vida se conocen.

Huelga decir que no haremos un algoritmo de su recorrido. Que basten los acentos en lo importante para este intento de remembranza milagrosa, aunque lo importante parezca accesorio al de la derecha o irrelevante al de la izquierda. Que se presenten como palabras las criaturas que le dieron forma y que se haga pública la razón por la cual su espíritu de viento se hizo tornado (un tornado en cuya boca se encuentra ella, Kjirin), de esos bravíos que se divierten destruyéndolo todo y a los que después se les revela el caos y los atormenta la culpa.

A propósito de la celebración y de la agenda de Caza de letras.

UN REGALO DURANTE EL OLLIN KAN

Al ALfred. Que regrese con bien hasta su casita con fogón.


Oficialmente hoy empezaron los regalos y las felicitaciones para esta que escribe y calza. Y ustedes se preguntarán, regalos y felicitaciones por qué, ¿acaso por su impresionante IQ?, ¿acaso por sus irresistibles curvas? Pues no, no pueden estar más errados. Las felicitaciones y los regalos se deben a que cumplo un cuarto de siglo de estar en este mundo y no pudieron provenir de nadie mejor que mi hermano El ALfred. La cosa fue más o menos así.

Hoy, mientras escuchaba a los orientales, ese muchacho encantador de piel tostada y sonrisa amplia vino a mi lugar para decirme una cosita. De frente al escenario los oídos no captaban otra cosa que los cascabeles, las tumbas, las cuerdas y las vocalizaciones taiwanesas que, aunque virtuosas, impedían una conversación fluida, así que nos alejamos un poquito para platicar. Ya con menos ruido me dijo:

“Pues yo sé que no pudimos platicar mucho pero como vengo en grupo pues tengo que atenerme a lo que ellos digan, y a la hora que digan vámonos, pues vámonos. Pero pues, aunque sea nos saludamos ¿no? Aquí te traje un regalito para que sigas cumpliendo años. A ver si te gusta”.

Y entonces sacó una preciosa blusa de manta bordada con estambre guinda. Esa blusa no es una simple prenda de vestir porque fue hecha por la manos en constante lucha del pueblo de Acteal, no es sólo una prenda porque los ojos verdaderos de las mujeres chiapanecas se posaron en ella para darle forma y color, pero sobre todo, no es sólo una prenda porque me la regaló un hombre honesto que deja a su familia para ir a trabajar por un México más justo, un hombre que me dice que la lluvia es necesaria porque la Tierra tiene sed y los ríos tienen hambre (alguna vez le dije que no me gustaba que lloviera). Esta blusa no es cualquier prenda porque me la regaló uno de los integrantes de la Red de Comunicadores "Boca de Polen", un hombre tzotzil de Los Altos de Chiapas... un hombre que es mi amigo.

Nos despedimos, nos abrazamos, nos dimos nuestros guayabazos y prometimos vernos muy pronto, en junio.

He de confesarles que no me encanta cumplir años, pero este gesto me hizo pensar que, después de todo, no es tan malo hacerte de achaques si en el camino vas cosechando canciones, experiencia y amistades.

¡¡Tooooooooodo lo que he visto en 25 años de vida!!

SKRIABIN YEVGUÉNIEVICH (entrega final)

Con los ojos casi cerrados, pude verlo más de cerca. Pasaba los 20 años y sus largas piernas me hicieron tardar en encontrar sus ojos. Lo recorrí de abajo hacia arriba pero el Sol reflejado en su rubio cabello me cegaba. Y así, después de unos segundos, ya estábamos frente a frente.

No le impresionó en lo más mínimo la sangre en la que me bañaba, al contrario, pareció atraerle. Bajó de su altura para acercarse al bulto en que me convertí mientras yo lo miraba irresoluto ─ya con los ojos bien abiertos para abarcarlo todo─. En ese momento, supe que él no era un muchacho sino un hombre con aire angelical y (¡Dios mío, aún tiemblo de la emoción!) ese hombre me tomaba por el cuello con sus dulces manos.

Sucedió. Sucedió que como por confabulación divina o astral; como si la vida estuviera en deuda conmigo y ahora intentara pagarme, sucedió que aquel hombre posó sus delicados labios sobre mi agreste hocico. Nunca nadie había rozado siquiera estas mezquinas comisuras, sin embargo, él las lamía como si no le interesara el hedor. Me humedecí, no solo por su saliva, sino por la excitación que se me manifestaba en forma de fluido seminal. Y, (permítanme tomar un respiro) vi cómo su hombría tomaba volumen haciéndome saber que él también estaba a punto de estallar de placer.

No me di cuenta en qué momento ocurrió, pero los textiles se esfumaron mostrando al viento nuestras pieles. Fue entonces, que conocí plenamente aquello que crecía hacía unos instantes: un miembro erecto y espléndido que me embrujaba con sus oscilaciones y me obligaba a postrarme para que me conociera por dentro.

Así lo hizo. Me atravesó. Entró en mí de extremo a extremo y con él, un dolor desgarrador y un placer divino que casi me arrebata la conciencia. Fui de él en cuerpo y alma, todo yo se le entregó sin complejos, sin preguntas, ¡Dios mío, nunca había estado tan vulnerable (ni siquiera cuando me escupen en la taberna)!

Solo hasta que me depositó su líquido caliente, el suelo dejó de vibrar.

En todo ese tiempo, nadie dijo una palabra, las cosas fluían como si ese momento fuera una escena ensayada y vuelta a ensayar; una escena en la que, a pesar de las repeticiones, aún se desbordaban las emociones del espíritu.

Ahí estaba junto a mí, perfecto y limpio. Era perfecto, nadie podría decir lo contrario, sus rasgos finos, su piel de porcelana, su aroma exquisito; era perfecto y yo tan… tan pestilente, tan repugnante, tan ruin. ¿Qué hacía un ser tan inmundo como yo reposando a su lado? Sólo resaltar su perfección, su insuperable belleza. Ahora sí resultaba evidente que yo era miserable hasta la médula. Ahora no quedaba la menor duda que Dios me había vomitado.

Estaba claro que él pretendía mostrarle, resaltarle al mundo su indudable perfección. Al darme cuenta de sus intenciones, me llené de furia, me enfurecí al grado de echar espuma por el hocico. ¡Qué absurdo debí haberme visto! ¡¡Entregándome a él sin reparo, aullando de placer mientras se burlaba hasta el hartazgo!! ¡Caí como un estúpido en su trampa!

Nunca antes había sentido una rabia similar. Nadie me había hecho sentir tal placer para poder escupirme, para burlarse de mí, para patearme. Nadie había apelado a mi emotividad para mofarse a mis espaldas. Pero este “hombre perfecto”, lo había hecho y con la mayor facilidad, engañándome para obtener mi consentimiento.

¿Acaso pensó, qué no me daría cuenta?, ¿de verdad me subestimó a tal grado? Nadie debería subestimar al vómito de Dios, nadie debería subestimarlo, porque cuando este vomito se enfurece, el mundo debe ponerse a temblar.

Todo eso pasaba por mi cabeza en oleadas mientras intentaba parecer sereno ante los perfectos ojos de aquel descansado hombre perfecto.

Giré mi cuerpo para alcanzar el hacha que, oportunamente, yacía algunos metros hacia mi izquierda. Pero antes, lo pillé mirándome con mofa y repulsión. Esa mirada me hizo enfurecerme aún más y ya sin ninguna intención de disimular, me precipité hacia el hacha para cercenarle cada parte de su perfecto cuerpo. De pronto, el hacha fue demasiado pesada para mis fuerzas y no pude siquiera elevarla del suelo. Él se quedó incrédulo y mantenía su actitud asqueada. ¡¡Oh, no, vaciaría mi furia sobre él con hacha o sin ella!! Y así, ciego por la rabia, me le abalancé al cuello para intentar morderlo con todas mis fuerzas. Estaba dispuesto a devorarlo vivo, a roerle el corazón, si es que lo tenía, a tomar un baño caliente de sangre perfecta de “hombre perfecto”.

Salté directo a la yugular y mordí su carne dura. Si mis manos no respondieron para coger el hacha, mi dentadura parecía de acero enterrada en su pellejo. ¡Qué sabor tan asqueroso el de la carne viva! ¡Qué asco estar comiendo “hombre perfecto”! Pero ese sabor provocaba que mi falo creciera y se hinchara.

Cuando su sangre descendió cual río por mi pecho hasta llegar a mis piernas, el placer explotó y se mezcló con el fluido carmín. Dos fluidos calientes se hicieron uno y eran ya indisociables. ¡Ahhh! Ahora yo era tan perfecto como él, ahora yo lo miraba con mofa. Ahora yo, al lado de un hombre devorado, ensangrentado y moribundo, era mejor, era mejor y no cabía duda.

He venido a encerrarme en mi rincón. Si alguien sabe que claudiqué por amor y que fui engañado, se mofarán de mí infinitamente. Que lo hagan porque soy bufón y esa es mi profesión, pero no porque se enteren que fingieron amarme y después me apalearon. Que nadie se entere que amé a un hombre metido en traje de venado cola blanca. Que les revienten los ojos a los testigos, que les corten la lengua para silenciarlos. Que ese hombre-venado se lleve el secreto a la tumba y que no le diga a nadie que lo amé.

¿Señores, será que ustedes pueden darme un poco de agua?

SKRIABIN YEVGUÉNIEVICH (segunda entrega)

No dudé en alejarme del camino para ver si podía encontrar más leña y aunque mis pies ya estaban bastante cansados, avanzaba más y más pensando que unos pasos adelante habría algún tronco fuera de mi vista. Ustedes pensarán que mi actuar parece el de un masoquista. Piensan bien.

Llegó un momento en que ya no veía la carretilla, ni siquiera el sendero por el que me aparté; había caminado irregularmente y ahora me encontraba en un lugar en el que no había estado antes. Seguía avanzando, era como si mis pies se movieran por sí mismos, hasta que algo los detuvo: un fuerte golpe que azotó mi cabeza y retumbó en toda la montaña precipitadamente.

Las piernas se me doblaron cual hojas tiernas pero, a pesar de que lo natural hubiese sido que perdiera el conocimiento, nunca en mi vida estuve más lúcido y, con todo y el dolor desgarrador que vibraba en mi cabeza, mis sentidos funcionaban al límite.

Los colores eran más brillantes, tanto que debía hacer los ojos dos rendijas para que la luz no atravesara mis retinas; mi olfato era mejor que el del mejor sabueso: mi nariz me daba a conocer la pestilencia de la mierda en los alrededores y eso me hacía exhalar repetidamente materia vomitiva aumentando mi repulsión. Y los sonidos, señores los sonidos eran estruendosos hasta la tortura, quería arrancarme los oídos para no percibir aquel horror pero nada de lo que hacía me aliviaba. Y si eso les parece soportable, el frío había traspasado la gruesa gabardina y me quemaba la piel (debo confesarles que por mi mente pasó la idea de morir congelado) que reaccionaba exageradamente a todo agente externo

Y ahí estaba yo, postrado en la nieve con aquel caudal de aterradoras sensaciones fluyendo por mi cuerpo cuando, varios metros adelante, vi a un muchacho que daba los golpes finales a una liebre. Su espalda cubría al animal pero mis sentidos super desarrollados me hacían saber que era una liebre en agonía. Podía oler su sangre, aún caliente, y podía oír sus tímidos gemidos. El muchacho estaba como embelesado con el animal y no se dio cuenta de mi presencia.

De pronto, como atraído por una piedra imán, volteó y me miró con una expresión cándida y familiar que me hizo olvidar por unos instantes mi sufrimiento y concentrarme en sus hermosos ojos color marrón.

Se levantó dispuesto a ir hacia mí.

Les juro señores que en ese momento el mundo se silenció, el frío se detuvo y el hedor desapareció para dar paso al aroma más exquisito que he percibido en toda mi vida. Lo único que persistió fue mi molestia a la luz, casi cegadora, que estoy seguro, emanaba del muchacho.


... To be continue.

SKRIABIN YEVGUÉNIEVICH (primera entrega)

Aunque no me lo preguntaran a mí me interesaba decirlo, hacerle saber al mundo que mi profesión era la de un bufón, algunos se echaban a reír y otros me daban la espalda con una cara de asco o algo parecido. ¿Qué si no sentía rabia? No, ya estoy acostumbrado a las ofensas; incluso creo que de entre todas las profesiones a mí me tocó la de hacerle saber a los demás que hay existencias más miserables que las de ellos: la mía, por ejemplo. Al verme, la gente se siente mejor porque ven en mí a un ser inferior que los hace parecer mínimamente más afortunados. Les digo que ese trato para mí es de lo más normal.

Pero no los convoqué para hablarles de mi profesión, no, ese es tema que espero poder comentarles a detalle en un futuro, porque causar lástima y repulsión tiene su ciencia. El motivo del fluir de mis palabras es uno mucho más complejo.

Verán, yo… he matado a un hombre… lo he matado a sangre fría y he huido como un cobarde. Lo digo y me estremece la lucidez con que declaro este hecho

No siento remordimiento y eso me sobrecoge porque quizá esté muerto y aún no me he dado cuenta, dicen que cuando uno muere sorpresivamente su alma cae en la cuenta tiempo después. Pero si estuviera muerto no me sobrecogería y, sobre todo, no sentiría esta insoportable sed. Como quisiera beber un poco de agua, aunque fuese de lluvia…

¡Ahhh!, perdonarán mi desvarío pero me ha dado una suerte de fiebre que me hace hilar mis pensamientos rizomáticamente. Pues bien, como les dije antes, he matado a un hombre.

Desde que salí de mi casa sentí un aire malsano, respiraba pero no sentía la satisfacción que dan un par de pulmones llenos hasta el tope, sino que ese aire me raspaba la garganta y lejos de refrescarme, me asfixiaba sutilmente. Con todo y ese aire malsano debía salir por la leña porque, como ustedes sabrán, los inviernos acá en la montaña son terribles. Se hielan los dedos y si uno no los mueve pueden congelarse y quebrarse como vidrio.

Así pues, cogí el hacha y la carretilla y me dirigí a la cúspide porque -perdonen pero me quedo sin saliva- cerca del valle no quedaba ya ni una mísera rama que ayudara. La subida fue pesada pero al cabo de un par de horas llegué poco más abajo de la cima. Vi varios troncos que me servían pero mis cortas manos me impidieron agarrarlos todos en un solo viaje y tuve que volver varias veces para llenar la carretilla. Avancé hacia otro paraje porque aunque ya estaba bastante pesada mi carga sabía que podía aguantar más.

Seguramente lo han experimentado: la angustia que desata un reto provocado por nosotros mismos y superior a nuestras fuerzas, así es el hombre, necio y estúpido por naturaleza, así actué yo hoy en la mañana, justo antes de calentar mis manos con ese fluido caliente rojo carmín.

No dudé en alejarme del camino para ver si podía encontrar más leña.

...To be continue.

Flujos mentales

Hoy no convoco a los lectores, hoy solo espero que una me lea: la más necia y amargada: yo.

¿Ya oíste? Es la noche que está respirando. Se pone a suspirar estruendosamente hasta llenar sus hermosos pulmones de nube porque sabe que nadie la escucha. No, ya nadie la escucha mas que los enamorados pero... yo no he visto enamorados últimamente, y si me los llego a encontrar les huyo o me volteo porque esa especie no me nada de confianza. Por eso la morena suspira tan a sus anchas, porque cree que nadie la escucha. Me pregunto qué la hará suspirar.

Pa´mí que suspira por cosas de amores. Pa´mí que está bien enamorada del Sol, pero claro, este le huye. Cuando ya están por encontrarse él va y se esconde atrás de esos cerros; la otra llega corre y corre toda agitada a ver si lo alcanza pero... nunca lo ha visto de cerca, nunca ha sentido su calor. ¡Pobrecita noche, tan bonita y tan entristecida!

¿Qué se sentirá ser noche?

No sé lo que se siente ser noche pero sí sé lo que se siente ser yo. Aquí estoy, presa del tedio y la costumbre apelando a la fluidez de mis pensamientos sin que estos respondan bien. Ahora que me acuerdo, ya van varios días que no me responden bien.

A veces creo que mi cerebro, que mis ideas en sí, ya caducaron. Pasó como con la lata de atún olvidada en la alacena: paciente y cerrada esperando entre paquetes de harina y bolsas de frijol, que se acuerden de ella para formar parte de algún deliciosos platillo, pero cuando al fin alguien se acuerda de ella ya resulta inservible y solo sale para ir al bote de basura.

Me pesan los ojos, escribo con dificultad... algo húmedo y ligero cayó en mi muñeca... no es nada más que agüita salada... ¡Ahh, se me salió de los ojos!

¿Es esta agüita la consecuencia de este retumbo en este pecho? ¿O será que es nomás el ojo que se está limpiando?

Yo creo que es lo segundo porque hoy el aire estaba muy sucio: gases pestilentes, palabras contaminantes, miradas tóxicas, sonrisas repulsivas, presencias asqueantes (tanto, que si no me alejo me vomito) ¡Qué bueno que el ojo se limpia de tanta inmundicia!

¡Qué abusada la natura!

Murió el maestro José Luis Martínez


La noticia la supe a las 18:10. En El Universal minuto por minuto apareció: el maestro José Luis Martínez había muerto solo unas horas antes de que entrara el equinoccio de primavera. Extrañeza, asombro, ansiedad por decírselo al mundo, a mis compañeros a mi maestro.

Quién era José Luis Martínez.

Era un hombre erudito, apasionado, lector incansable, pero sobre todo, hombre comprometido con las letras mexicanas. Maestro y alumno, heredero directo del maestro Alfonso Reyes, historiador, admirador del poeta Netzahualcóyotl, perfecto prosista, curador de la literatura mexicana. José Luis Martínez es una referencia indispensable para el campo literario mexicano.

Su muerte hace evidente, una vez más, que la inmortalidad se logra a través del trabajo, del trabajo bien logrado porque su cansado cuerpo de 89 años de edad se va a descansar pero su vasta obra seguirá contribuyendo para establecer el peso específico de la literatura mexicana:

“Si vuelvo la vista a mi propio pasado, a partir de aquellos remotos años a finales de mis treintas y a lo largo de 1940 en que me inauguraba, encuentro que objetivamente algo he hecho en el campo de los estudios literarios, aunque mucho menos de lo que cada vez hubiera querido hacer. De mis numerosos años de vida, más de la mitad están dedicados a los estudios mexicanos”. Decía en un discurso de agradecimiento durante un homenaje en Bellas Artes.

Hoy los libros no leídos me han pesado, las ausencias de palabras en mis ojos me han abochornado frente a este hombre que tiene una de las bibliotecas más impresionantes de la historia. Pero al mismo tiempo, me he sentido muy orgullosa pues, a pesar de que las malas lenguas dicen que los mexicanos no leemos, este gran hombre se consagró a las letras y con ello contribuyó para despertar en futuras generaciones esa pasión desbordante por los libros.

Descanse en paz el maestro José Luis Martínez, inspiración y ejemplo para muchos de nosotros.

VI Encuetro de Creadoras de Sueños y Realidades.

Hace algunos días la calurosa ciudad de Hermosillo se impregnó de un aroma maravilloso y se pintó de colores varios; hace algunos días por las calles sonorenses desfilaron mujeres de diversas tierras, reunidas ahí para dar comienzo al VI Encuentro se Creadoras de Sueños y Realidades.

Se hicieron presentes las de México, las de Colombia y las de Argentina quienes dieron a conocer su cultura, su sabiduría, la destreza de sus manos, los bordados de sus ropas, los trenzados en sus cabellos y la palabra de sus pueblos.

Cuatro días fue un tiempo ridículamente corto para mostrar la vastedad multicultural de México y el mundo, pero había que establecer un lapso, porque la brevedad de nuestro paso por la Tierra nos obliga a hablar de tiempos.

Había palabras en lenguas sonoramente hermosas que eran construídas en forma de canto y de poesía; también se apreciaron imágenes que mostraban la exhuberancia de los pueblos y que lograron ser perpetuadas gracias a la cámara de foto; pinturas con colores vibrantes; esculturas que dejaban ver los caminos que recorrío la hábil mano que las creó; bordados exquisitos que reflejaban la paciencia y el cuidado femeninos; videos que la hacían de ventana al interior de las comunidades; pero sobre todo, lo que se dejó ver en este sexto encuentro fue el talento y la fortaleza de los pueblos originarios manifestada a través de sus mujeres.

Ellas vendiendo, ellas hablando, ellas cantando, ellas sin ellos; ellas solas enfrentándose al exigente público, al marchante que quiere una rebaja, a los que las veían como algo raro, exótico y fotografiable; ellas lejos de su hogar, ellas cada vez más fuertes mostrando lo que algunos han llamado el arte indígena.

Al final, entre ellas se reafirmó un vínculo originado hace ya varios años y se robusteció el conocimiento y la creatividad pero sobre todo la hermandad. El regreso a sus comunidades, bendecido en una ceremonia seri, representa una labor de difusión para dar a conocer todo lo que allí se vio y para reforzar la producción artística en sus pueblos.

Ya se verán las caras el próximo año para mostrar sus realidades y hablar de sus sueños.




MUJER INDÍGENA.
Conocí de tí mujer indígena
el significado de tus metáforas,
la importancia de tus luchas,
el valor de tu palabra.

Supe de tí mientras admiraba
el ritmo de tu contoneante falda,
tus colores,tu sensual sonrisa,
la majestuosidad de tu cuerpo
revestido con encanjes y mantas bordadas,
la belleza de tus cabellos adornados con flores y listones.

¡Oh mujer indígena!
Brillas más que el oro de tu filigrana,
tu aroma es más exquisito que el del barro humedecido,
tu voz es más dulce que la panela recién elaborada,
eres más fuerte que el grano de maíz maduro,
y más hermosa que el campo verde meciéndose al viento.

Me he enamorado de tí mariposa de la sierra,
espuma marina, viento de la montaña.
Me he enamorado perdidamente y
Solo ruego poder verte mañana.

SVIDRIGAILOV

Se oculta de la felicidad, está a punto de encontrarlo pero él se rehúsa a seguirle el juego, un poco por el qué dirán y un poco por su rebeldía; un mucho por su masoquismo y otro tanto por cobardía.

Hasta ahora le ha funcionado, lleva seis años fermentándose en la amargura de sus miedos y sus dudas. Hasta ahora se ha escapado, según él porque es más fácil acostumbrarse a vivir con la amargura eterna que con la ausencia que deja la felicidad huidiza.

Tacha de estúpidos a los que ríen, a los que aman, a los que sueñan, a los que aún tiene esperanza y se carcome por dentro mientras los observa con una sonrisa mezquina dibujada en su no menos mezquino rostro.

A veces me mira y sé lo que está pensando.

DESARRAIGO CRÓNICO

Actualmente creo que eso del Día del Amor y la Amistad es una celebración falsa, y en consecuencia, me he rehusado a tomarla en cuenta y menos a festejarla. Eso de celebrar el 14 de febrero ha quedado en mi pasado ñoñezco (que a veces aflora en los momentos más inapropiados) junto con los osos, perros, catarinas, leones, changos y demás monos de peluche que alguna vez alguien me regaló.

Sin embargo, y con esto aflora mi ñoñez una vez más, no pude evitar reflexionar acerca de eso que llaman AMISTAD y que está presente en mi vida a pesar de mi caótica personalidad.

Yo puedo decir que tengo muchos amiguis ocasionales-temporales pero sólo con 4 personas de todo este mundote, he logrado establecer un vínculo tan fuerte que no se rompe ni con las distancias, ni con el tiempo, ni con las peleas, ni con las evoluciones, ni con mis deliberadas ausencias. Ell@s están ahí siempre.

Es increíble que con mi terco desarraigo existan personas que me quieran… y bien.

Uno de estos días me curaré de esa enfermedad rara llamada “desarraigo crónico” <<Enfermedad psicosomática no curable que necesita de un tratamiento constante y personalizado porque cada caso es diferente. Algunos de los síntomas son: alejamiento deliberado de las relaciones interpersonales que se aprecian firmes, estables y duraderas; recurrencia a lo que represente caos, incertidumbre y que no implique grandes compromisos (trabajos, amistades, noviazgos, etc.); búsqueda constante de la soledad ensimismada; estado de alerta permanente>>.

¿Tú la padeces?

ANGY

Conozco a una mujer de mirada extraña: sus ojos reflejan ternura e inocencia, pero al mismo tiempo son agresivos y desconfiados. La gente intermitente y presurosa que llega a su vida, sólo se queda con su belleza exterior pero no alcanza a percibir la exuberante complejidad de esta mujer; sin embargo, quienes permanecemos cerca de ella, podemos ver revelarse frente a nuestros ojos una mujer fuerte, graciosa, cariñosa, gritona, etcétera que irradia vida y honestidad y que no se encuentra con mucha frecuencia.

Ojalá que los argentinos no padezcan ceguera crónica.

TRISTEZA FEMENINA

Cuando una mujer llora de tristeza las cosas no están bien. El mundo debiera parar para detener su llanto...

...aunque pensándolo bien, si el mundo se detuviera cada vez que una mujer llora no habría nada nuevo, nada reciente que le diera la bienvenida a la radiante felicidad.

En definitiva, creo que el mundo debe seguir girando pero sin perder de vista a aquella mujer doliente para empaparla de alegría cuando se decida a salir de sus tristezas.

CLASIFICACION IRREAL

En un intento por aprehender la complejidad humana, el hombre clasificó al hombre a partir de sus preferencias sexuales, dicha categorización quedó impregnada de un aire reduccionista que incluso llega a rayar en lo fascista; sin embargo, y por muy ruín que parezca lo anteriormente descrito, lo realmente pernicioso y contra natura es lo que se hace con esa clasificación: etiquetar a las personas:

"puto", "lesbiana", "bicicleto", "normal", etcétera y más etcétera.


Yo me rehúso a seguir reproduciendo tal aberración y me niego a censurarme a mí misma con una etiqueta.


Que los hombres me denominen como quieran, que me nombren con el sustantivo o el adjetivo que los haga sentir más cómodos porque yo... me colocaré en el archivo de los "inclasificables".

DEPREDADOR INFORMACIONAL

Mi mente es un buen ejemplo del lado negativo de la posmodernidad. Parece que ha elegido para sí la percepción del videoclip y recibe datos externos que la impactan solo instantáneamente y nunca a largo plazo. Se ha vuelto un depredador de datos que no discrimina nada. Habita en lo que los teóricos han llamado sociedad de la información y no ha logrado hacer de todo ese bombardeo informacional un conocimiento real.

Dicho de otra manera, mi mente es una suerte de aspiradora de información que necesita ser vaciada de vez en cuando para no estallar por tanto polvo acumulado. Pero… ¿cómo no perderse entre el mar de mensajes que flotan en el mercado de discursos?, ¿cómo discriminar o jerarquizar de entre tantas cosas bellas, interesantes, útiles que existen en el mundo?, ¿con qué iniciar para tratare erradicar poco a poco mi arraigada ignorancia?

Me queda claro que necesito hallar el camino o la herramienta correctos que me lleven a una auténtica asimilación del conocimiento.

A veces me pregunto si habré nacido tonta o me volví en el camino por la televisión, las pláticas superfluas, las personalidades contaminantes, la literatura de desecho, los miedosos silencios, o incluso por creerme los falsos halagos.

Ojalá llegue la luz uno de estos días.

ALGUNOS AÑOS DESPUÉS

Hace algunos meses alguien me preguntó ¿quién te enseñó a besar así, quién te enseñó a tocar así? La respuesta a aquel cuestionamiento fue una sonrisa, cuyo verdadero significado es el siguiente:

"Nadie me enseñó grandísimo idiota, yo solita aprendí, yo solita gracias a que he andado por la vida repleta de sorpresas, factores, experiencias, desazones, y por supuesto con su manada de individuos que tienen lenguas y labios y que muy dulcemente utilicé para mis experimentos".

Desde el verano no beso a nadie, desde el verano nadie me besa o viceversa, pero sé que cuando ocurra ocupará un lugar en mi memoria, en el archivo de “besos memorables”.

Así será porque así lo he decidido.

QUIETECITO, QUIETECITO.

Sentados en la banca de un parque ella y él permanecen juntos con el Sol del atardecer bañando sus rostros. Se besan apasionadamente y entonces ella le dice: "Quédate quieto, no te muevas, yo te beso pero tú no te muevas". Toma su rostro con las dos manos, lo besa quedo, despacio, apenas rozándolo, después lame sus delgados labios y le araña suavemente la cara, entonces él abre la boca e intenta besarla desesperadamente. "Qué no te muevas te dije"- dice ella- "Pero eso es muy cruel, no me puedo quedar quieto si me besas así"- responde él.

Resulta divertido ver cómo aquel pobre hombre es obligado a permanecer quieto mientras una boca, una lengua y dos manos realizan movimientos estratégicos que hacen hervir su sangre.

Ella fantaseaba en aquel entonces con usurpar la quietud del durmiente, con provocarlo, incitarlo, actuar como una fuerza externa que lo hiciera perder el equilibrio.

A veces es divertido jugar con marionetas de carne y hueso.

EL BESO EN EL COLUMPIO

Pasarían algunos años más para que mi cuerpo volviese a experimentar la sensación del primer beso, nomás que corregida y aumentada. Aquel beso fue la culminación de una larga faena de cortejo.

Una típica escena de telenovela: la mujer meciéndose en el columpio mientras el hombre la observa taciturno casi hipnotizado; ella lanzándole miraditas hasta que él, completamente enamorado, se arrodilla frente a ella para besarla dulcemente en los labios.

Supongo que la experiencia que adquirí años atrás tuvo algo que ver, supongo que el haberme dejado conquistar tuvo algo que ver, supongo que su caballerosidad, su ternura, sus atenciones para conmigo tuvieron algo que ver… supongo que el sentirme enamorada tuvo algo que ver.

No sé de cierto cuáles fueron los factores que me llevaron a ese momento pero sin duda, fue una de las cosas más maravillosas que he sentido: el tiempo se detuvo, todos los sonidos se silenciaron para que sobre la tierra no se escuchara nada más que nuestra respiración, el fluir de las salivas y nuestra sangre corriendo por las válvulas cardiacas. Nada externo a nosotros importó más.

Desde entonces aprendí que los besos acercan a las personas al grado de acortar distancias kilométricas. Así me sentí en aquel momento: cerca de él y cerca del cielo.

MI PRIMER BESO

Creo que esa fue una de las grandes decisiones que he tomado en la vida.
Un amigo me dijo: “Dice Alfredo que te espera atrás de los talleres”. Le pedí a mi amigo el de los recados que me acompañara, anduvo conmigo unos pasos pero después dijo: “Yo ya me voy”, y me dejó ahí parada en seco sin saber qué hacer. Definitivamente pude haber decidido regresarme junto con él y olvidarme del tal Alfredo, pero decidí continuar caminando.

Ahí iba yo con mis piernas temblorosas pero avanzando.

Cuando llegué “atrás de los talleres”, estaba él sentado con la mirada fija en el pasto. Al acercarme se levantó y se me quedó viendo con sus ojotes verdes, me tomó de la mano y creo que me dijo que le gustaba, entonces se acercó a mí y yo apreté los labios como evitando ser usurpada. Él se apartó ligeramente y me dijo: “te da pena ¿verdad?” y yo asentí con la cabeza. “No, no te pongas nerviosa”- continúo- y entonces volvió a acercarse para plantarme despacito un beso. Sintió que temblaba: “tranquila, no pasa nada”.

Desde ese momento ya no recuerdo más palabras, ni sonidos, ni imágenes, únicamente sensaciones, las sensaciones que se pueden experimentar sólo con la inocencia de los 12 años o con el velo que cubre los ojos y la razón de los que aman. Sentía como que las tripas se me movían presurosamente; estaba débil, muy débil; había hormigas avanzando por todo mi cuerpo, de arriba a abajo y de abajo a arriba; el corazón bombeaba recio; se me hizo como un nudo en la garganta… Experimentaba algo nuevo, algo que nunca antes me había ocurrido: mi primer beso.

Recuerdo que después de ese día, me encontraba con gente besándose en la tele o en la calle y pensaba orgullosa y satisfecha: “yo ya sé lo que se siente”.

¿QUIÉN HABRÁ INVENTADO LOS BESOS EN LA BOCA?

¿Quién habrá inventado los besos en la boca? ¿A qué ser tan inteligente se le ocurrió que con el contacto de dos bocas se demostraba la pasión, la atracción o simplemente el amor?

¡Pero por supuesto!, fue el propio cuerpo humano, fue el instinto, la inercia. Fue la sabia madre naturaleza quien decidió obsequiarles a sus hijos orales semejante placer.

Es increíble lo que una boca y una lengua pueden provocar.

En mi caso hay besos que he de recordar por siempre:

UN SOMBRERO DE PALMA

Le compré un sombrero para cuando se vaya a echar sus pulques. Se le ve bien, tiene la cabeza un poco grande pero si le entró. A mí me sirvió para cuidarme del Solesote de Corralero y a él para vestirse de aire campirano cada que se le antoje.

Tiene 42 años y apenitas cumplió 25 años de casado, en sus ojos se le nota el amor por su señora, las ganas de vivir y el orgullo que siente por sus chamacos. Apenas se le recibió una ingeniera, y si vieran cómo se le llena todo el cuerpo de orgullo cada vez que mira la foto de generación de la susodicha con toga, birrete y todo el demás numerito.

Ha andado derechito por la vida, lo más derecho que puede andar un hombre que tuvo que vender periódicos para comparse su uniforme de la escolta en la primaria; que vio cómo ese señor grandote y de manos gigantes, su padre, golpeaba a su mamá por cualquier cosita; que tuvo que convertirse en padre de familia a los 17 años; que experimentó la desesperación del desempleado y que ahora, sólo puede sentirse agradecido y feliz por todo lo que le ha dado la vida.

Ese es mi pá, quien apenas ayer me dijo: "Ya hubiera querido tener yo los pantalones que tuviste para irte de viaje sola sin saber ni dónde llegar".

Que ese Señorón me haya dicho que tenía pantalones, es el halago más significativo y más bello que he recibido en toda mi vida.

Mi historia con él es larga, un cuarto de siglo en el que han ocurrido cosas chistosas, agradables, fuertes, etc, etc. Ojalá pueda plasmarlas aquí más adelante. Por lo pronto, solo puedo sentirme bendecida por Dios (una vez más) por haberme elegido un papá como el mío. ¡Me rayé!

UN VIAJERO EN EL CAMINO

En mi viaje conocí a muchas personas, uno de ellos es Don Aurelio quien me enseñó que para no marchitarse hay que estar en movimiento. A don Aurelio le gusta viajar de pueblo en pueblo para conocer. Se ha ido de Orizaba a Hidalgo y de Puebla a Nayarit.

En su casa nadie lo espera. Su esposa murió y sus hijos se casaron, por eso cuando llega piensa: "¿Pues quá hago aquí solo?". Y entonces se baña, come algo, descansa un poquito y se vuelve a ir a la calle, a la central de autobuses más cercana para escapar de su asfixiante soledad.

Tiene 74 años y vive en una casita allá en Huajuapan de León, porta un sombrero de palma, camisa y pantalón de vestir, usa lentes aunque, según él, ve bien sin ellos. Los años se le han acumulado particularmente en la espalda y las rodillas. La artritis no le permite estar sentadopor mucho tiempo, tiene que pararse por ratos y caminar unos pasos.

Su andar encorvado y lento no refleja la agilidad de su charla. Cuando de su boca emanan anécdotas, historias o recuerdos, es capaz de cautivar a varios que atentos escuchan su palabra.

Tiene la mirada triste, como la de aquellos hombres que han visto de todo y que a veces desean quedarse ciegos para descansar de tantas formas y colores.

Ahora espera el autobús que va a Pinotepa, va a visitar a su hija y de equipaje no lleva más que su pañuelo rojo.

Me gustaría ser un eterno viajero como don Aurelio, pero en vez de dejar a mi amarga soledad en la casa, me la llevaría conmigo, aunque el equipaje pesara un poco más, para abandonarla en un paraje solitario, alejado de la mano de Dios y no volver a saber de ella nunca más.

Es cierto que ahora mi soledad tiene buen sabor pero creo que cuando empiece a amargarme será momento de deshacerme de ella.

Por lo pronto en mis viajes abriré bien los ojos para saber en donde la dejaré y regresar allí cuando cumpla 74 años o la soledad me pese, lo que suceda primero.