Cuentos en video

Sus ojos se habían encontrado con escenas inmundas y la habían impresionado en alto grado, tanto, que se le metieron hondamente en la mente y en el alma. Pero, su pureza le impedía retener la maldad absorbida, en este caso por los ojos, y expulsó todo aquello en forma de respiraciones agitadas, risas nerviosas, gritos desesperados, espasmos violentos y exhalaciones vomitivas que la limpiaron por dentro pero que la hicieron parecer ante los ojos de los otros un guiñapo de mujer tumbado en pleno andador del subterráneo.

¿Cuál es la razón por la que Xu se deshizo de obscenidades enterradas en su ser? Se lo debe a aquellos hombres que balanceaban una y otra vez sus piernas contra la espalda, el rostro, el estómago… y el cuerpo entero de un muchacho de piel prieta. Lo miró moverse entre uno y otro puntapié, y se sorprendió cuando después del número trece (uno de los verdugos llevaba el conteo) lo levantaron y le dieron palmadas en la espalda como para consolarlo. Ninguno traía camisa y el del torso más claro la miró con actitud altiva y satisfecha haciéndole una seña con la mano. Entonces, Xu entendió que eran maras.

Aquel espectáculo de horror le provocó infinito pesar y más porque, lejos de la tierra que la vio nacer, se sentía sola y vulnerable. A pesar de ello, pretendió seguir con su ajetreo cotidiano.

Ya daban las siete y estaba a punto de iniciar su acto. Era una excelente contorsionista que hacía un número espectacular junto con un grupo de colegas japoneses. Niños, mujeres y hombres se coordinaban perfectamente para hacer formaciones como la estrella, la pelota, la rueda de la fortuna, el papalote, la balanza y muchas más que provocaban los alaridos del público. Al término de cada función, la compañía hacía una larga reverencia y se retiraba para dar paso al siguiente número, pero el público siempre pedía más y volvían a salir. Esa noche no fue la excepción, sin embargo, el grupo salió sin Xu, que abyecta miraba el suelo y susurraba angustiada: "¡no le peguen!". Todos conocían sus repentinos desvaríos por eso no intentaron persuadirla de salir otra vez a escena. Además, sabían muy bien que ese ataque no era nada comparado con el que le dio la otra noche, cuando se retorcía violentamente en el suelo imaginándose que estaba en el subterráneo.

1 comentario:

Geisha dijo...

Esas cosas sólo se olvidan en el olvido.