EL BESO EN EL COLUMPIO

Pasarían algunos años más para que mi cuerpo volviese a experimentar la sensación del primer beso, nomás que corregida y aumentada. Aquel beso fue la culminación de una larga faena de cortejo.

Una típica escena de telenovela: la mujer meciéndose en el columpio mientras el hombre la observa taciturno casi hipnotizado; ella lanzándole miraditas hasta que él, completamente enamorado, se arrodilla frente a ella para besarla dulcemente en los labios.

Supongo que la experiencia que adquirí años atrás tuvo algo que ver, supongo que el haberme dejado conquistar tuvo algo que ver, supongo que su caballerosidad, su ternura, sus atenciones para conmigo tuvieron algo que ver… supongo que el sentirme enamorada tuvo algo que ver.

No sé de cierto cuáles fueron los factores que me llevaron a ese momento pero sin duda, fue una de las cosas más maravillosas que he sentido: el tiempo se detuvo, todos los sonidos se silenciaron para que sobre la tierra no se escuchara nada más que nuestra respiración, el fluir de las salivas y nuestra sangre corriendo por las válvulas cardiacas. Nada externo a nosotros importó más.

Desde entonces aprendí que los besos acercan a las personas al grado de acortar distancias kilométricas. Así me sentí en aquel momento: cerca de él y cerca del cielo.

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