Anita bis

Cuando más pequeñas ella y yo no éramos las mejores amigas, de hechos se puede decir que me disgustaba. De adolescente empecé a agarrarle el modo, aunque no puedo recordar los momentos buenos que pasamos juntas. Sólo de adulta fue como su mundo y el mío se acercaron hasta que llegó el momento en que dijo: "mírenla, ¿a poco no se parece a mí cuando era joven?"

Me recuerdo la gran mayorías de los momentos en que me hizo reír, algunos de ellos fueron cuando Aldo remaba en el agua de coladera que inundó el patio y mi mamana lo amenazó con un palo casi correteándolo hasta que él decidió parar con su odisea; o cuando dijo: "ya nos vamos" y al oir una canción movida empezó a bailar; o aquella vez en que fuimos juntas a comprar barbacha y yo le decía: "¿otro taco?" y ella decía siempre que sí, nunca decía que no.

Soñó con él akel día.

"Soñé que yo salía de la casa y veía caminando a mi abuelito de ese lado del río, yo corrí hacia él y le dije mientras lo abrazaba: "abuelito ya estás bien". Caminamos todo ese tramo hasta la esquina de agricultura y como yo iba a jugar con mis amigos, todos se habían reunido en la esquina con sus bicicletas, patinetas y todo eso. Él se recargó en el poste de la esquina y nomás me veía sonriéndome, sonriéndome todo el tiempo como cuando lo abracé.

"Yo ya estaba con mi amigos cuando en eso me dicen: "mira, tu abuelito se va a caer", yo volteaba y veía cómo se iba de lado hasta que cayó al piso, entonces corrí y lo levanté, lo llevé cargando hasta la casa y lo acostaba en la cama, entonces cuando lo veía estaba dormido y vestido de blanco.

"En eso, el llanto de mi pa´diciendo: "Mary se murió mi maestro" me despertó y me di cuenta de que mi abuelito acababa de morir".

Anita

Salió del pueblo cuando era una niña porque su mamá, madre soltera, tuvo que dejar el rancho para ganarse la vida. Llegó a la ciudad de México para hacer algunos quehaceres, lavar ajeno, vender verdura... el dinero era escaso y las oportunidades de conseguirlo también por eso tuvo que regresar al pueblo, encargar a su hija con su madre y regresar a la ciudad para seguir trabajando.

A Anita, la niña encargada, no le fue muy bien con su abuela, pues para ésta la falta de dinero era también angustiante. Vendía pulque en el pueblo y entre que raspaba, fermentaba y vendía no le quedaba tiempo para atender a la nieta. Había veces en que Anita no comía nada más que chucherías y fueron pocos los días en que no recibió algún golpe de mano de abuela y de manos extrañas, autorizadas por la misma abuela, porque ella se portaba mal.

Fue por eso que Anita conoció todo lo que debe saberse del pulque, cómo darle su tiempo, cómo conseguir buen maguey en tiempo de lluvias, cómo sacar la mayor catidad de agua miel en un sólo sorbo y cosas por el estilo. Fue también en ese tiempo cuando trabajó el campo intensamente. Aprendió a cosechar el frijol, el chícharo, a arar con yunta, a limpiar y romper la tierra antes de la siembra, a cortar la mazorca conforme iban los zurcos, para no dar doble vuelta y acabar más rápido. Años más tarde le pasaría toda esa informción a su nieta, a su oaxaqueña.

Así, Anita se creció en el pueblo atareada con regaños y trabajo lejos de su mamá, hasta que se hizo mujer, su abulita se hizo más viejita, su mamá más grade y decidió irse también a trabajar a la ciudad. Es en est momento cuando el relato se vuelv algo difuso pues no se sabe bien si su abuela se enfermó, cuándo regresó su mamá al pueblo para quedarse, hasta qué edad salió del pueblo de manera definitiva, qué edad tenía cuando se embarazó de su primera hija y dónde y cómo sucedió, por qué el padre de su hija no la ayudó pero si le dio sus apellidos a sus hijas...

La hisoria continúa más o menos clara hasta cuando Ana ya tiene dos hijas pero sigue sin marido, sin un buen trabajo, sin casa, sin alguien que le tienda la mano más que para llamarla María despectivamente o meterla a la cárceel por vender montoncitos de limones sin tener permiso. Seguía padeciendo la pobreza. Un tiempo trabajó en una tortillería pero ya tenía una hija de brazos, así que las dos mayores llevaban a la bebé para que le diera pecho y después se iban a jugar a un camellón. Anita les dejaba algunos centavos para que se compraran de comer pero ellas no compraba comida sino que jugaban al cumpleaños con una concha y unos flancitos que vendían en vasitos chiquitos. Cuando su mamá salía de trabajar les preguntaba si habían comido y ellas decían que sí.

La vida tan dura que llevó hasta ese momento la llevó a la bebida, con hijas, sin hijas, con trabajo, sin él, con deudas, sin casa empezó a tomar casi del diario y empezó a poner en práctica lo que vivió con su abuela: sus hijas, sobre todo la mayor, recibían golpes y regaños y dolor acumulado por su madre en forma de golpes. Anita y su comadre se la amanecían tomando y sus hijas estaban ahí, junto a ella, esperando que decidiera irse a dormir. Le decían: "mamá ya vámonos, mire la gorda ya está dormida" y paraban a la más chica para que su madre se compadecirra de su cansancio y decidiera irse a dormir. A veces funcionaba y todas se iban al cuarto que rentaban, que estaba en la misma vecindad, a veces Anita no les hacía nadita de caso y lloraba toda la noche hasta amanecer con un cartón de cerveza al lado.

En una ocasión, las hijas pasaron quince días sin mamá porque la llevaron a la cárcel, otra vez por vender y por no tenerpara pagar la fianza. Ninguna de las hijas se recuerda cómo sobrevivieron esos quince días, con quién vivieron o quién les daba de comer. No tengo claro si al salir de la cárcel pasó mucho tiempo para que conociera a Don Juan, hay huecos en ese lapso pero es reconfortante saber que Anita sí pasó una época muy felíz por esos años.

Vendía en La Merced montoncitos de fruta o verdura y en una ocasión un señor se puso muy malo cerca de su puesto; ella con su altura, sus largas trenzas, su piel morena y su voluptuoso cuerpo, se acercó a ayudarlo. Por supuesto al señor le gustó Anita y empezó a cotejarla, pero Anita no daba su brazo a torcer, se hicieron más allegados hasta que un día Don Juan le dijo que ya no trabajara, que él le pagaría por que se quedara en su cada cuidando de sus hijas. Para Anita eso era un sueño hecho realidad pues iempre le pidió a Dios que le madara a un hombre que la sacara de trabajar para que ella pudira dedicarse a sus hijas.