Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Debo confesarles que padezco una paranoia engrandecida hacia todo y hacia todos, por esa razón evito a toda costa mostrar en este espacio indicios de quien soy yo en la vida real: de mi quehacer, mi estado civil, mi lugar de residencia y algunos otros datos, no vaya ser que un perverso delincuente, de esos que proliferan en la viña del Señor, entre a este humilde blog y me considere presa fácil de sus inmundos actos gracias las palabras aquí regadas.

Pero, afortunadamente, esta “Salida de Emergencia” es escasamente visitada, ya sea por los temas, las ideas o las formas aquí tratadas y eso me ha dado, hoy día, la confianza de verter en los siguientes párrafos algunos acontecimientos que me han ocurrido y que exigen ser expulsados en forma de palabras.

Nunca he sido buena en esto de la prosa, es claro mi pobre vocabulario, mi falta de destreza en la construcción palabrar; pero, a pesar de mis evidentes carencias literarias, deseo hablarles un poco sobre mí, al amparo de la idea de que estas confesiones no serán leídas por alguien que trabaje en un complejo plan para destruirme.

Antes de iniciar con mi relato, deseo externar algunos agradecimientos a quienes me han dado pistas para hacerme de buenas lecturas:

En primer lugar agradezco a Toño Barbas quien fue el mediador para acercarme al impresionante trabajo de autores nacionales como Fernando Benítez, Salvador Elizondo y José Luis Martínez; gracias también a mi tocaya de nombre y signo (estoy convencida de que la configuración de los astros en el momento de mi nacimiento tuvo mucho que ver con la constitución de mi carácter, no así en lo que anuncia Mizada o los periódicos) por recomendarme leer a Albert Camus de quien he extraído lecciones para mi existencia; gracias también a “mi colega” que me ha hecho ver el lado bueno de Fadanelli y el lado malo de José Agustín y, sobre todo, gracias a mi maestro Eduardo Andión por incitarme a llegar a la primigeneidad de las ideas, cuando aquella vez que yo le hablaba del modelo rizomático, él me llevó en retroceso hasta los conceptos de Spinoza.

Una gran reverencia de agradecimiento a la biblioteca Dr. Ramón Villarreal Pérez por permitirme grandes enseñanzas a través de sus libros y brindarme silencios para mis lecturas. Gracias por regalarme para siempre a Dostoivski quien ha marcado mi pensamiento y mi actuar en la vida y por ampliarme el panorama en la obra del erudito Edgar Morín.


Si he crecido mínimamente en estos años, ha sido gracias a mi licenciatura y a todo lo que de ella emana.

Que la vida me permita seguir aprendiendo aunque mi ser no se encuentre en este estado molecular.

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