Psicológo

Mañana como a eso de las 8am será mi primera sesión de terapia psicológica, un psikiatra me canalizó pa llá después de un largo interrogatorio. Al parecer no estoy tan mal, creí que necesitaba medicamentos pero sólo me van a "terapiar". Llevaré blusa blanca, zapatillas rojas y pantalón de mezclilla oscura, esta vez no usaré sombrero.
Ese documental "Y tú qué sabes?" me ha conmovido, me hizo incluso intercambiar esas teorías con mi sikiatra (uno de los mejores en el hospital, especialista en autismo) y él dice que no cree que seamos adictos a los químicos generados por el cerebro a partir de nuestras emociones; sin embargo sus argumentos no fueron convincentes y me quedo con el sí, definitavemente somos adictos. Quisiera que me fotografiaran el cerebro, que lo radiografiaran, lo cartografiaran y me dieran la receta para deshacerme de estos miedos y prejuicios absurdos; quisiera entender en lo absoluto que brillo entre la gente como alguien por ahí me lo hizo saber algunas veces.
Quiero, amables lectores, ponerlos al tanto de mi vida, quiero contarles de los caminos que he recorrido,los labios que he besado, de las veces que he palidecido, pero sobre todo de cuando me pongo chinita cada vez que mi hombre me hace el amor. Empezaré por deciros que me ha cambiado el rostro, antes más redondo, cual luna llena; hoy afilado y duro. Los ojos, ahora más grandes y la piel ahora más tostada dan cuenta de una nueva yo, de una nueva yo viviendo en pareja.
Uno gobernado por los gemelos astrales es mi compañero, uno delgado con ojos de botón es quien camino al lado mío, él, inaudito casi espejismo, me acaricia todas las noches mientras nos disponemos a dormir en un colchón de 4 mil pesos acomodado en el suelo. Él, experto en comida poblana, me cocina coliflor con crema, elote, chile poblano y pechuga, y a mí me gusta, incluso aunque la coliflor sea inapetecible en otros platos. Él, mi hombre, se convierte en niño cuando pongo su cabeza entre mis piernas y lo cobijo con la cara interna de mis muslos y lo acaricio del cabello, las mejillas, y más tarde veo cómo se desvanece el niño para dar paso al hombre erecto y humedecido. Así somos, impredecibles, pero así comos somos nos entendemos y hasta nos hacemos falta, antes creía que eso de la pareja ideal ocurría únicamente en las pelis rosas, ahora veo que en efecto, sólo ocurren en las novelas rosas pero todos los amores de la vida real empiezan a sí rosas y se mantienen de ese modo por un rato hasta que la costumbre o los problemas del cotidianos acaban con el encanto.
En otro momento continuaremos este relato, porque debo descansar los ojos para que mañana no me cierren a lo largo de todo el día.

Milai, sobreexpuesta.