La Señora Muerte.

Hoy vi a mi abuelo en el hospital, por primera vez lo vi frágil, tendido; por primera vez me di cuenta de su vejez, de lo invasivos, crueles que son los años acumulados en un cuerpo, por eso nadie quiere ser viejo, todos quisiéramos ser jóvenes siempre. Hoy me di cuenta de la fragilidad de la vida.

Una anciana al lado suyo le preguntó: ¿cuántos años tiene señor?
y él respondió: 95 años.
Ella le dijo: bueno, ya hizo algo, hizo algo, qué hizo en su vida señor?
y mi abuelo dijo: perdone la broma señora, tengo 77 años.

Es un hombre lúcido con cuerpo enfermo.


Apenas la semana pasada murió la hermana de don Andrés y justo ese día decía a Andrea que a mí nunca se me había muerto alguien cercano, que si me pasara no sabría qué hacer... y horas más tarde mi madre me decía por teléfono que mi abuelo estaba muy enfermo y que Méndez daba el peor pronóstico.
Dos o tres días antes de que ella me diera esa noticia yo platiqué con mi abuelo de la asquerosidad del ejército, del país y hasta le pedí que me hiciera una voz para el documental que ya terminamos por fin y el me dijo que sí y yo lo besé y le acaricié su espalda y le creí cuando me dijo que sentía mucho mejor.
Desde el día que hablé con mi mamá por teléfono me he estado preparando para lo peor... pero verlo así en su cama, casi que sin reconocer, tan delgado, con el rostro tan gris me hizo darme cuenta que uno nunca está preparado para ver a la muerte pasar de largo con un ser amado entre sus huesos.

Hoy me dijo: yo ya no salgo de aquí. Por supuesto no le creo porque es un guerrero, es un roble.

Uno no sabe ni qué decir cuando un enfermo te habla de la muerte.
Uno se siente culpable al pensar que él se queda en esa cama de hospital mientras uno duerme en la calidez de su hogar.