Ya lo sabía pero...

Aprendí, no sé de donde, que Dios existía.

Aprendí que era superior a toda autoridad que hubiera o que pudiera haber en la Tierra.

Aprendí que se daba cuenta absolutamente de todo lo que hacíamos, aunque escondiéramos nuestras maldades entre techos y paredes o intentáramos ocultarnos debajo de las sábanas.

No sé de dónde lo aprendí, pero hoy me complace decir que creo en Dios.
Creo en un ser supremo, omnipresente, omnipotente, magnánimo, sabio que se porta súper cuate conmigo y que, por supuesto, no se encuentra en ninguna iglesia ni protestante ni ortodoxa.
Me di cuenta de que Diosito se ha portado de lujo los últimos 24 años de mi vida... y entonces pensé que si es tan chido conmigo se debe a que algo bueno debo de tener, algo de veras bueno. Es imposible que con su infinita sabiduría se equivoque y ame a quien no se lo merece. Dios no puede estar equivocado.

Por eso hoy veo con mis ojos buenos y me siento feliz y profundamente agradecida por estas mis piernas que me llevan a donde yo quiero, por mis ojos que hacen posible mis manjares visuales, por estas manos que me han permitido acariciar la suavidad del ser amado, por mi piel que me regala tan mágicas sensaciones, por…, gracias por estar viva.

Hoy doy gracias, porque de no haber estado viva este fin de semana, nunca me hubiera dado cuenta de que Dios sí me ama. Caramba, de qué cosas se da uno cuenta al calor de las copas y al ritmo de una guitarra entonando a Silvio Rodríguez.

No hay comentarios: