Mis padres.

Que va a necesitar oxígeno y un aparato, la enfermera le dijo que si estaba grave, del 1 al 10 él tiene 11 o más de gravedad. Está de buen ánimo, sonriente y gracioso. Ayer, mientras lo acompañábamos a su examen del sueño, lo miré de otra manera, con la luz de las 5 de la tarde, en la calle, sin el respaldo de su imperio, su casa y sus súbditos. Está muy canoso, su negro cabello, quebrado y delgado empieza a tornarse blanco y la vista, aunque aún jovial se le va avenjentando.

Mi madre, del otro lado, sube las escaleras trabajosamente, cojea y se impulsa con el pasamanos, no puede leer las letras chikitas de los libros en el camión en movimiento y hace mucho que no se maquilla para una fiesta.

Yo me veo muy vieja, a veces me dicen señora o doña, me da coraje pero no tengo los wevos para contestarles: "no soy señora pendejo". Tengo sexo cuando quiero, de las formas más alocadas, con mi Riki, por supuesto, sin que nadie me censure o me regañe, duermo con él sin importarme que al día siguiente el glamour se haya convertido en calabaza. Me ha visto sucia, fodonga y aún así dice que me ama. "¡Ay en la fodonguez te ves bien bonita, se te saltan más las chapas!", eso si es amor y no jaladas. "¿Te lavo tu vestido blanco? Voy a tender la ropa. Te preparé la comida chapis".

Lo amo y de cierta forma veo en nuestra relación resquicios de la relación de mis padres, sólo que con el ímpetu contemporáneo de dos profesionistas que intentan (sin lograrlo a veces) superar los prejuicios machistas con que crecieron nuestros progenitores.

Ver a mis padres tan maduros, vivos y felices después de todo lo que han pasado, después de tanto dolor, tanta desesperación, incertidumbre, pobreza, me hacen sentime felíz de haber encontrado un compañero como mi Riki.

Si esto perdura, así lo quiero y para ello estamos trabajando, quiero que cuando lleguemos a la edad que tienen mis padres, nos sintamos felices y nos extrañemos mutuamente así como ellos se extrañan, que nos pase así como cuando mi papito le llama a mi mamá para ver a qué hora regresa de ahí donde se fue o cuando mi mamá se asoma por la ventana de su cuarto en espera de que llegue él y duerman y despierten juntos y así, aún en la cama, platiken de nostros, sus hijos, de lo que hacemos y de lo que no hemos hecho, que hablen de las reparaciones de su casa que nuca se acaban y de a dónde se van a ir a desyunar al rato.

Amo a mis padres y por eso me voi por un año, para hacer las cosas bien y demostrarles que al menos por mí ya no tienen que preocuparse, que hicieron un buen trabajo y que ahora su esfuerzo está dando frutos.

Por haber nacido en esta familia he sido mil veces bendecida.

Milagroso 2010

Pensar en el pasado, llamarlo con el recuerdo hecho relato o lágrima o suspiro es tarea insensata y pobre, más recurrente de lo que se deseara y más inoportuna conforme avanzan los años. Sin embargo, hoy pensar en el pasado no me parece tan malo pues reafirma el infinitivo más conciso que ha permeado mi existencia: vivir.
Vivir no de oídas sino de andadas, con el instinto de aquel animal primigenio que soy, que he sido, vivir sujetándome a la vida con todos mis dientes y con las contracciones de orgasmos extravagantes cuyos fluídos bendicen la tierra de arriba para abajo.
Vivir o amar, que a final de cuentas es sinónimo, me ha hecho dueña del disfrute; pues he amado intensamente a cada uno de mis hombres, todos a su debido tiempo, me he entregado con todo lo que tengo y he caido al vacío con la venda del amor cerrándome los ojos, para al final ser más experta, deshacerme poco a poco de los miedos y aspirar a todo aquello aún no probado por mis sentidos.
La ruta que he trazado en mi camino, en la palma de mi mano, cuya línea de la vida tiene cada vez más longitud, hacen que me sienta orgullosa de los logros que hasta ahora son evidentes. Uno de ellos es mi pareja, que condensa en toda su persona aquello que alguna vez vi sólo en mis sueños más "guajiros", él es mi cómplice en muchos aspectos de mi vida y mi más férreo enemigo, es mi recompensa pero también mi talón de aquiles, es un cúmulo de virtudes pero al mismo tiempo el más imperfecto de los hombres, es en sí mi espejo convexo que dice sólo la verdad.
Ni el poeta más cursi se hubiera imaginado que esta mujer ambivalente llegaría al año 2010 sin ser corrompida, con el amor desbordándole en el pecho y con la desfloración del alumno que se hizo maestro. Como dirían por ahí: "confieso que he vivido" pues y que seguiré haciéndolo por muchos año más, mientras la muerte no me localice.